lunes, 14 de septiembre de 2009

El Condimento de la Vida- G. K. CHESTERTON

El Condimento de la Vida- G. K. CHESTERTON

Traducción: Alfred Cappra (http://escritorescatolicos.blogspot.com)


Perdónenme si comienza por representar el papel que he jugado en tantas cenas, quiero decir, el papel del esqueleto del festín. Perdónenme si las pocas primeras palabras que lo alcanzan se parecen a una voz hueca de la tumba. Ya que la verdad es que el título mismo de esta serie me hace sentir un poco fúnebre. Cuando me pidieron hablar sobre el Condimento de la Vida, lamento decir que el primer pensamiento que cruzó mi perversa y mórbida mente era que los condimentos, como condimentos, están tan asociados con la muerte cuanto con la vida. Los cadáveres embalsamados y conservados siempre eran envueltos entre condimentos; las momias también, supongo. No soy ningún Egiptólogo para decidir el punto. Pero incluso si ellas eran, usted apenas iría a oler alrededor de una momia en el Museo Británico, tomando profundos respiros y diciendo, " Esto es en verdad el condimento de vida" Egipto era casi una civilización organizada como un cortejo fúnebre; esto es difícilmente una exageración para decir que los vivos viven para servir a los muertos. Y aún supongo que un egipcio actual que andaba caminando por ahí vivo, no estaba en ninguna prisa para ser condimentado. O tome una escena casera más cerca a casa. Supóngase que usted es perseguido por un loco toro; no discutiremos cual animal disfruta más del condimentos de la vida; pero ambos en el momento darán inequívocos signos de vida. Pero el cuadrúpedo debe esperar hasta que él sea matado y cortado en una ternera fría, antes de que él pueda tener el orgullo y el privilegio de ser una ternera condimentada. En breve quiero que usted recuerde ante todo que hubo en la historia, no sólo el condimento de la vida, pero algo más que puede con justicia ser llamado el condimento de la muerte. Y lo menciono primero porque es una especie de parábola; y hay muchas cosas en el mundo moderno que me parecen estar muertas, no decir condenadas, y aún son consideradas muy condimentadas.
No hablaré extensamente de este mórbido paralelo. Que el cielo prohíba que yo pudiera sugerir que algunas damas se parezcan más bien a momias que andan por ahi, con muy hermosas caras pintadas sobre los sarcófagos: o que algunos jovenes caballeros que van al paso exponen toda la cultura y la sutileza selectiva de toros locos. Estoy preocupado con una pregunta mucho más importante detrás de ésta. Me parece que muchísima gente, a quienes estoy lejos de llamar momias o toros locos, están en este momento poniendo más bien demasiada atención a los condimentos de la vida, y bastante poca atención a la vida. No me malinterpreten. Soy muy aficionado a la ternera condimentada y todos los condimentos; siempre he temido que los Puritanos reformadores de repente prohibirán la mostaza y la pimienta como ellos hicieron la malta y el lupulo; sobre el absurdo fundamento de que la sal y la mostaza son tan innecesarias como la música. Pero mientras me resisto a la sugerencia que nosotros debemos comer ternera sin la mostaza, reconozco que hay ahora un peligro mucho más profundo y más sutil que los hombres pueden querer comer la mostaza sin la ternera. Quiero decir que ellos pueden perder su apetito; su apetito para ternera y pan y queso y la amplia luz del día de la vida; y dependan completamente de especias y condimentos. Incluso he sido culpado de defender el condimento de la vida contra lo que llamaban la Vida Simple. He sido culpado hacerme un campeón de la cerveza y los bolos. Por suerte, si yo era un campeón de los bolos, no había ningún peligro de que yo fuera un campeón en los bolos. Pero he jugado juegos ordinarios como los bolos, siempre mal; pero toda la gente sana convendrá que usted nunca se disfruta de un juego hasta que disfrutas ser perdedor en el juego. Aún he jugado al golf en Escocia antes de que Arthur Balfour lo trajera a Inglaterra y se volviera una moda y luego una religión. He sido desde entonces inhibido por una dificultad en cuanto a considerar un juego como una religión, y el secreto horrible de mi fracaso consiste en que yo nunca pude ver la diferencia entre el cricket y el golf, como los jugué cuando yo era un muchacho, " y el minino en la esquina " y potes de miel como los jugué cuando yo era un niño. Quizás aquellos juegos de niñez ahora están olvidados; de todos modos, no revelaré cuan buenos eran esos juegos, no sea que ellos se pongan de moda. Si una vez fueran tomados en serio en aquel mundo más serio, el mundo de Deporte, enormes resultados seguirán. Las tiendas venderán unas Pantuflas especiales para Cazar las pantuflas, o un caddy seguirá al jugador con un bolso lleno de quince pantuflas diferentes. Los potes de miel significarán potes de dinero; y habrá 'una esquina' en " el minino en la esquina".
De todos modos, he disfrutado al igual que todos de aquellos deportes y condimentos de la vida. Pero estoy más y más convencido que ni en tus condimentos especiales ni en los míos, ni en potes de miel ni potes de cuarto de galón, ni en la mostaza ni en la música, ni en cualquier otra distracción de la vida, esta el secreto que todos estamos buscado, el secreto de disfrutar de la vida. Estoy absolutamente seguro de que todo nuestro mundo acabará en la desesperación, a no ser que haya algún modo de hacer que la mente misma, el pensamiento ordinario que tenemos en tiempos ordinarios, más sanas y más felices de lo que ellos parecen estar en este momento, juzgados por las novelas y poemas más modernos. Tienes que estar feliz en aquellos momentos tranquilos cuando recuerdas que estás vivo; no en aquellos momentos ruidosos cuando lo olvidas. A no ser que nosotros podamos aprender otra vez a disfrutar de la vida, no podremos disfrutar por mucho tiempo de los condimentos de la vida. Una vez leí un cuento de hadas Francés que expresó exactamente lo que quiero decir. Nunca crea que el ingenio Francés es superficial; es la brillante superficie de la ironía Francesa, que es insondable. Era sobre un poeta pesimista que decidió ahogarse; y iba bajando por el río, él regaló sus ojos a un hombre ciego, sus oídos a un hombre sordo, sus piernas a un hombre cojo, etcétera, hasta el momento cuando el lector esperaba el chapoteo de su suicidio; pero el autor escribió que este tronco insensato se colocó sobre la orilla y comenzó a experimentar la alegría de la vida: la joie de vivre. La alegría de estar vivo. Tienes que ir con mayor profundidad, y quizás envejecer, para saber cuan verdadera es esa historia.
Si tuviera que preguntarme a mi mismo cuando y donde he sido mas feliz, yo podría, por supuesto, dar las obvias respuestas, verdaderas para mi como para cualquier otro; en algún baile o festín en el tiempo romántico de la vida; en algún triunfo juvenil de un debate; en alguna vista de cosas hermosas en tierras extrañas. Pero es mucho más importante recordar que he sido intensa e imaginativamente feliz los sitios mas extraños porque son más tranquilos. He estado interiormente lleno de vida en una sala de espera fría en una unión desierta de ferrocarril. He estado completamente vivo sentado en un asiento de hierro bajo un horrible poste de luz en un balneario de tercera clase. En breve he experimentado el mero entusiasmo de la existencia en los sitios que comúnmente llamarían tan embotado como el agua estancada. ¿Y a propósito, el agua estancada es aburrida? Los naturalistas con microscopios me han dicho que esta rebalsada con una tranquila diversión. Incluso aquella frase proverbial demostrará que no siempre podemos confiar en lo que es proverbial, cuando profesa describir qué es prosaico. Dudo si es que las quince efusivas fuentes encontradas en tu jardín ornamental contienen a criaturas tan divertidas como aquellas que le microscopio revela; como los perfiles de políticos en caricatura. Y este es sólo un ejemplo fuera de mil, de las cosas que en la vida diaria llamamos aburridas que no son realmente tan aburridas después de todo. Y estoy seguro que no hay ningún futuro para el mundo moderno, a no ser que entienda que no tiene que buscar meramente lo que es más y más excitante, pero más bien el negocio aún más excitante de descubrir la excitación en las cosas que llaman aburridas.
Lo que tenemos que enseñar al joven del futuro, es como disfrutar de él mismo. Hasta que pueda disfrutarse él mismo, se cansara mas y mas de disfrutar de todo lo demas. Lo que tenemos que enseñarle es a divertirse. En este momento él esta más y más dependiente de cualquier cosa que él piensa que lo divertirá. Y, al juzgar por la expresión de su cara, no lo divierte mucho. Cuando consideramos lo que él recibe, es de verdad la maravilla más magnífica y la riqueza y la concentración del entretenimiento. Él puede viajar en un coche de carrera casi tan rápido como una bala de cañón; y todavía tener su coche hecho a la medida y escuchar radios de todos los rincones de la tierra. Él puede conseguir a Viena y a Moscú; él puede oír El Cairo y Varsovia; y si él no puede ver Inglaterra, por la cual él resulta estar viajando, que es después de todo un pequeño asunto. En un siglo, sin duda, su coche viajará como un cometa, y su radio oirá los ruidos en la luna. Pero todo esto no le ayuda cuando el coche se para; y él tiene que pararse sobre una línea, con nada en que pensar. Todo esto no le ayuda incluso cuando la radio se para y él tiene que quedarse inmóvil en un coche silencioso con nada de que hablar. Si usted considera cuales son las cosas vertidas en él, cuales son las cosas que él recibe, entonces de verdad ellas son las cataratas colosales de cosas, Niagaras cósmicos que nunca antes habian sido vertidas en un ser humano ahora son vertidas en él. Pero si consideras lo que sale de él, como consecuencia de toda esta absorción, el resultado que tenemos que registrar es bastante serio. En la vasta mayoría de los casos, nada. Ni siquiera una conversación, como solía ser. Él no conduce argumentos largos, como los jóvenes hacian cuando yo era jóven. El primer y alarmante efecto de todo este ruido es el silencio. Segundo, cuando él realmente tiene el picor para escribir o decir algo, es siempre un picor en el sentido de una irritación.
Todo tiene una mejor y mas solida base; y hay irritación e irritación. Hay mucha diferencia entre la irritación de Aldous Huxley y la irritación de unos pequeños repugnantes degenerados en una novela por Aldous Huxley. Pero honestamente no pienso que soy injusto con toda la tendencia de la epoca, si digo que estan intelectualmente irritados; y por lo tanto sin aquel rico tipo de reposo en la mente con el cual quiero decir, cuando digo que un hombre cuando esta solo puede ser feliz porque él está vivo. Por ejemplo, un hombre de genio (inteligente) de la misma generación, para quien tengo una admiración muy especial, es el Sr. T. S. Eliot. Pero nadie negará que alli había un sentido en el cual, originalmente, aún su inspiración era la irritación. Él comenzó con puro pesimismo; él desde entonces ha encontrado cosas mucho más finas y más sutiles; pero apenas pienso que él ha encontrado reposo. Y es solamente aquí que tendré el descaro para distinguir entre su generación y la mía. Se solía pensador que era impudente para un muchacho criticar a un viejo caballero, Ahora requiere una impudencia mucho más sublime para un hombre más viejo criticar a uno más joven. Aún defenderé mi propia idea del condimento espiritual de la vida aún contra la espiritualidad que encuentra esta vida ordinaria completamente sin condimento. Sé muy bien que el Sr. Eliot describió la desolación que encontró más que la desolación que él sintió. Pero pienso que `The Waste Land' era a lo menos un mundo en el cual él había vagado. Y como estoy describiendo el mundo reciente, también puedo describirlo como él lo ha descrito, en ` Los Hombres Huecos ' - aunque nadie lo describiría como un hombre hueco. Esto es la impresión de muchas impresiones.
De esta manera terminara el mundo
De esta manera terminara el mundo
De esta manera terminara el mundo
No con un estallido, sino con un lamento
Ahora perdóneme si digo, en mi manera tradicional, que estaría condenado su alguna vez me sintiera así. Reconozco las grandes realidades que el Sr. Eliot ha revelado; pero no admito que esto sea la realidad más profunda. Estoy listo para admitir que nuestra generación hizo demasiado del romance y la comodidad, pero incluso cuando yo estaba incómodo estaba más cómodo que esto. Estaba más cómodo en el asiento de hiero. Estaba más feliz en la fría sala de espera. Yo sabia que el mundo era perecible y que iba a terminar, pero no pensé que terminaría con un lamento, pero si de alguna forma con el triunfo de la muerte. Esto es indudablemente un espectáculo grotesco que los bisabuelos todavía deberían estar bailando con indecente jolgorio, cuando la juventud está tan grave y triste; pero en este caso del condimento de la vida, defenderé el apetito espiritual de mi propia edad. Aún seré tan indecentemente frívolo para romperme cantando, y diré a los jóvenes pesimistas:
Unos se mofan; unos se burlan; unos sonríen con afectación;
En la juventud donde nos reímos y cantábamos,
Y ellos podrán terminar con un lamento
Pero nosotros terminaremos con un estallido

jueves, 3 de septiembre de 2009

Una defensa de las novelitas de a penique-G.K.CHESTERTON

Una defensa de las novelitas de a penique-G.K.CHESTERTON

Uno de los ejemplos más raros de la manera en que se desprecia la vida corriente está en la literatura popular, la gran mayoría de la cual nos conformamos con considerar vulgar. Las novelitas para adolescentes pueden carecer de merito literario. Lo que equivale a decir que la novela moderna es pobre en un sentido químico, económico o astronómico. Pero no son intrínsecamente vulgares. En la practica, son el centro de un millón de imaginaciones ardientes.
En siglos pasados, las personas cultivadas ignoraban en bloque la literatura del vulgo. La ignoraban y, por lo tanto, hablando con propiedad, no la despreciaban. Pasar algo por alto sintiendo indiferencia no infla de orgullo a la persona. Uno no se pasea por la calle, retorciéndose arrogante los mostachos, pensando en su superioridad sobre cierta clase de peces avísales. Los antiguos sabios dejaron todo el averno de la literatura popular en una oscuridad semejante.
Hoy en día, sin embargo, aplicamos el principio opuesto. Despreciamos las obras vulgares sin ignorarlas. Corremos cierto peligro de volvernos mezquinos en nuestro estudio de la mezquindad. Actúa de fondo un axioma temible, semejante a la magia de Circe, que dice que si el alma se acerca demasiado al suelo para estudiar algo puede no volver a levantarse jamás. Creo que no hay categoría de la literatura popular sobre la que existan mayor número de errores y exageraciones, el colmo de ridículos, que el estrato mas bajo de la literatura popular para muchachos.
Es un tipo de composición que puede suponerse que siempre ha existido y siempre existirá. Carece de cualquier pretensión de ser buena literatura. Al igual que las conversaciones de sus lectores tampoco pretenden ser oratoria elevada ni los pisos y pensiones que habitan arquitectura sublime. Pero las personas tienen que conversar, estar bajo techo y escuchar cuentos. La necesidad básica de un mundo ideal en que personajes de ficción representan libremente su papel, es infinitamente más antigua y más profunda que las reglas del buen arte. Y es mucho más importante. Durante la infancia, cada uno de nosotros construye un reparto semejante con actores invisibles, pero nunca se le ocurrió a nuestras niñeras corregir su composición mediante una cuidadosa comparación con Balzac. En el oriente, el cuentacuentos profesional viaja de pueblo en pueblo con su pequeña alfombra y de verdad me gustaría que alguien tuviese el valor moral de extender esa alfombra en la plaza Ludgate. Pero no es probable que todos los cuentos del portador de la alfombra sean pequeñas joyas originales. La literatura y la ficción son cosas por completo diferentes. La literatura es un lujo pero la ficción es una necesidad vital. Es dudoso que una obra de arte pueda ser demasiado bréve porque su mérito reside en alcanzar una cima de intensidad. Un cuento nunca puede ser demasiado largo, porque su conclusión es simplemente algo lamentable como las ultimas monedas o la ultima cerilla. Y así, al igual que el aumento de la conciencia artística guía las obras más ambiciosas hacia la brevedad, la extensión fruto de la laboriosidad, aun marca al autentico fabricante de basura romántica. No hay fin a las baladas de Robín Hood, no hay fin a los libros sobre el infalible Dick o los nueve vengadores. Ambos héroes, conscientemente, han sido creados inmortales.
Pero en lugar de basar nuestro debate en reconocer, lo que es de sentido común, que los jóvenes de las clases trabajadoras siempre han tenido, y siempre tendrán, algún tipo de literatura romántica, infinita y desgarbada, para después hacer algún tipo de arreglo para que la misma sea sana; empezamos, por lo general, atacando este tipo de lecturas en su conjunto de una manera exagerada, sorprendidos e indignados porque los recaderos no leen “El egoísta" ni “El arquitecto”. Es costumbre, sobre todo entre jueces, echar la culpa de la mitad de los crímenes que se cometen en la metrópoli a las novelitas baratas. Si un niño de la calle se escapa con una manzana, el magistrado hace notar astutamente que el niño sabía que las manzanas quitan el hambre gracias a sus lecturas. Los propios chavales, cuando les pillan, acusan frecuentemente a las novelitas haciendo gala de gran resentimiento. Es lo mínimo que debemos esperar de gente joven poseedora de un nada despreciable sentido del humor. Si yo hubiera falsificado un testamento, y pudiese despertar compasión echando la culpa del incidente a las novelas del Sr.George Moore, disfrutaría en grado sumo en el empeño.
En cualquier caso, parece ser una idea firmemente asentada en la mente de la mayoría que los chicos de barrio, al contrario que el resto de su comunidad, encuentran los principios rectores de su conducta en los libros.
Sin embargo esta claro que esta objeción, la objeción de los magistrados, nada tiene que ver con la calidad literaria. El Sr.Hall Caine pasea libremente por las calles y no se le puede detener por un anticlímax. La objeción descansa en la teoría de que la mayoría de estas novelitas para adolescentes tiene un tono criminal y envilecido, su mezquino atractivo reside en su codicia y su crueldad. Esta es la teoría de los magistrados y es basura.
Hasta el punto en que he podido comprobarla, en los tenderetes más sucios de los barrios más pobres, esta es la realidad: todo el desconcertante conjunto de la literatura juvenil trata de aventuras, enmarañadas, inconexas e infinitas. No expresa pasión de ningún tipo al no contener personalidad humana alguna. Recorre eternamente los mismos carriles, situados en ciertos tiempos y lugares. El caballero medieval, el duelista dieciochesco y el vaquero aparecen una y otra vez con la misma rígida simplicidad que las figuras humanas estilizadas en el dibujo de una alfombra oriental. Tan posible me resulta imaginar que a un ser humano se le despierten apetitos desenfrenados contemplando una alfombra turca de ese tipo como por la lectura de una narrativa tan austera y deshumanizada como esta.
Algunas de estas historias tratan con simpatía las aventuras de ladrones, forajidos y piratas. Presentan a ladrones y piratas como Dick Turpin o Claude Duval, bajo una luz favorecedora y romántica. Es decir que hacen exactamente lo mismo que Ivanhoe de Scott, Rob Roy de Scott, La dama del lago de Scott, El Corsario de Byron, La tumba de Rob Roy de Wodsworth, Macaire de Stevenson, El pirata de hierro del Sr.Max Pemberton y otras mil obras que se reparten por sistema como regalo de Navidad o premio. A nadie se le ocurre que admirar a Locksey en Ivanhoe llevara a un chico a dispararle flechas japonesas a los ciervos de Richmond Park, a nadie se pasa por la imaginación que el imprudente principio del poema de Wodsworth sobre Rob Roy le convertirá de por vida en chantajista. En nuestra propia clase social, somos conscientes de que esta vida salvaje es contemplada con placer por los jóvenes no por su parecido con la suya propia, sino por sus diferencias. Podemos suponer que, sea cual sea la razón, por la que el joven recadero esta leyendo La roja venganza, seguro que no es porque este empapado con la sangre de amigos y parientes.
En este asunto, como en todos los semejantes, nos perdemos al utilizar la expresiòn clases trabajadoras cuando lo que queremos decir es toda la humanidad menos nosotros mismos. Esta literatura romántica sin importancia no es especialmente plebeya: sencillamente es humana. El filántropo jamás olvida la clase social y la profesión. Dirá, presumiendo un poco, que ha invitado a veinticinco obreros a tomar el te. Si dijese que ha invitado a veinticinco contables, es evidente lo ridículo de clasificar de forma tan burda a la gente. Pero eso es lo que hemos hecho con ese bosque de tontos cuentos: lo hemos estudiado como si fuese una nueva y monstruosa enfermedad cuando, de hecho, no es otra cosa que el corazón, tonto y valiente, del ser humano. Los hombres corrientes siempre serán sentimentales porque el sentimental no es otra cosa que un hombre con sentimientos que no se preocupa de inventar una nueva manera de expresarlos. A estas publicaciones, comunes y corrientes, les falta en lo fundamental cualquier maldad. Expresan los tópicos, vigorosos y heroicos, en los que se apoya la civilización. Esta claro que la civilización o se apoya en tópicos o carece de fundamento. Es evidente que no habría seguridad en una sociedad en la que el comentario del presidente del Tribunal Supremo diciendo que matar a la gente esta mal, fuese considerado un epigrama deslumbrante por su originalidad.
Si los autores y editores del infalible Dick, y otras obras igual de distinguidas, de repente decidiesen atacar a la clase culta, hacer listas con el nombre de todas las personas, por importantes que fuesen, vistas en una conferencia de posgrado, confiscar todas nuestras novelas y advertirnos que debíamos enmendar nuestras vidas, nos enfadaríamos muchísimo. Sin embargo, tendrían más derecho a hacerlo que nosotros ya que ellos, con toda su estupidez, son los normales y nosotros los anormales. Es la moderna literatura culta, no la inculta, la que es clara y agresivamente criminal. Libros que recomiendan el pesimismo y el libertinaje, que harían temblar a cualquier recadero, descansan en las mesas de todos nuestros salones. Si él más ruin propietario del tenderete más sucio de Whitechapel se atreviese a mostrar obras que realmente recomendasen la poligamia o el suicidio, los ejemplares seria secuestrados inmediatamente por la policía. Esos son nuestros lujos. Y con una hipocresía tan ridícula que no tiene paralelo en la historia, al mismo tiempo que despreciamos los chicos barriobajeros por inmorales, discutimos junto a ambiguos profesores de universidad alemanes, si la moral tiene algún valor real. En el mismo instante en que maldecimos las novelitas por promover los robos, estudiamos la idea que la propiedad es un robo. En el mismo momento en que las acusamos muy injustamente de lubricidad e indecencia, leemos alegremente a filósofos que se enorgullecen de su lubricidad e indecencia. A la vez que las acusamos de incitar a los jóvenes a destruir la vida, discutimos tranquilamente si la vida es digna de ser salvada.
Pero somos nosotros la excepción enfermiza, nosotros somos los criminales. Ese debe ser nuestro gran consuelo. La mayoría de la humanidad, con su mayoría de libros vanos y palabras vanas, nunca ha dudado ni dudara que el valor es algo espléndido, la fidelidad digna de alabanza, las damas en peligro deben ser rescatadas y los enemigos vencidos perdonados.
Hay una gran cantidad de personas educadas que dudan de estas normas para la vida diaria, también hay mucha gente que cree ser el Príncipe de Gales. Y tengo entendido que ambas categorías de personas son capaces de mantener conversaciones muy interesantes. Pero el hombre o muchacho corriente escribe cada día en ese diario de su alma que llamamos las novelitas de a penique, un evangelio más claro y mejor que las iridiscentes paradojas éticas que las personas a la moda cambian tan a menudo como de corbata. Puede que disparar a un traidor voluble y falso sea un objetivo moral sumamente limitado. Pero es mejor que ser un traidor voluble y falso, lo que me parece un buen resumen de muchos modelos modernos de conducta, del Sr.D´Annunzio en adelante.
Mientras la sustancia, vulgar y débil, de la simple literatura popular permanezca ajena a una cultura mezquina nunca será sustancialmente inmoral. Siempre está de lado de la vida. Los pobres, los esclavos que realmente han gemido bajo el yugo de la vida, a menudo han estado locos, han sido estúpidos y crueles. Pero nunca les ha faltado la esperanza. Eso es un privilegio de clase social, como los cigarros puros. Su pésima literatura será siempre una literatura “ a sangre y fuego”, como en el fuego del cielo y la sangre de los hombres.