viernes, 9 de octubre de 2009

La abuela del dragón- G.K.CHESTERTON

La abuela del dragón- G.K.CHESTERTON.
Publicado en Enormes Minucias.


Encontré el otro día un hombre que no creía en los cuentos de hadas. No me refiero en que no creyese en los incidentes que en ellos se narran: que no creyese que una calabaza confitera pudiera convertirse en una carroza. Desde luego, padecía esa curiosa incredulidad. Y como todas las demás personas que yo he conocido y a quienes los cuentos entretenían aquel era enteramente incapaz de darme una razón inteligente de su escepticismo. Intento aludir a las leyes de la naturaleza, pero pronto desistió. Luego dijo que en las habituales condiciones de la experiencia ordinaria, las calabazas confiteras son inmutables y que todos contamos con su infinitamente prolongada calabacidad. Pero yo le hice notar que semejante actitud no es la que adoptamos especialmente hacia las maravillas imposibles, sino simplemente la actitud que adoptamos hacia todo lo desusado, Si estuviéramos seguros de los milagros no contaríamos con ellos. Las cosas que suceden muy rara vez, quedan fuera de nuestros cálculos, sean o no milagros. Yo no espero que un vaso de agua se convierta en un vaso de vino, pero tampoco espero que un vaso de agua este envenenado con acido prúsico. Yo no procedo en el curso de mis tratos corrientes sobre la base de que el redactor jefe del periódico es un hada; pero tampoco procedo sobre la base que es un espía ruso o el ignorado heredero del sacro imperio romano. Lo que en la vida habitual asumimos no es que el orden natural es inalterable, sino que es mucho mas seguro apostar sobre la probable que sobre lo improbable. Lo cual no afecta a la incredulidad de cada historia que se alegue sobre un espía ruso o una calabaza confitera convertida en carroza. Si yo hubiera visto con mis propios ojos una calabaza confitera convertida en un torpedo panhard, esto no me inclinaría mas a dar por hecho que volvería a ocurrir otra vez la misma cosa. No se me ocurría invertir gruesas sumas de dinero en calabazas confiteras con un propósito financiero con la producción de automóviles. Cenicientas obtuvo del hada un traje de baile; pero no me figuro porque ese suceso dejase despeas de cuidar, como antes su propia ropa.
Pero la opinión de que los cuentos de hadas no pueden en realidad haber sucedido, aunque disparatada, es corriente. El hombre del que hablo era escépticos sobre los cuentos de hadas en un sentido aun más absurdo y perverso. Creía en realidad que los cuentos de hadas no se les deben contar a los niños. Este es uno de esos errores intelectuales que pueden clarasificarse extraordinariamente cerca de los pecados mortales ordinarios. Hay alguna negativas que aunque pueden realizarse, pudiera decirse por motivos de conciencia, acarrean en el mismo acto de ejecutarlas tal abundancia de su propio horror, que un hombre, al perpetrarlas, no solamente ha de enmudecer, sino de corromper ligeramente su corazón. Una de esas negativas fue la de conceder leche a las madres jóvenes cuando sus maridos estaban en el campo opuesto a nosotros. Otra es negarse a que se les cuenten a los niños cuentos de hadas.

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Aquel hombre que había venido a verme a propósito de cierta sociedad tonta de la que soy miembro entusiasta. Era un joven de lozanos colores y corto de vista. Levaba una singular corbata verde y tenía el cuello larguísimo; he observado que los idealistas suelen tener larguísimo el cuello. Quizás es que su eterna aspiración eleva poco a poco sus cabezas más y más cerca de los astros. O quizás tiene algo que ver con el hecho de que mucho de ellos son vegetarianos: quizá evolucionan lentamente hacia el pescuezo de la jirafa para poder así ramonear en las copas de los arboles en los jardines de Kensington. Estas cosas están por encima de mí en todos los sentidos. Sea como quiera, así era el joven que no creía en los cuentos de hadas, y por curiosa coincidencia entro en la habitación cuando yo acababa de dar un vistazo a una pila de libros de literatura amena contemporánea y había empezado a leer los cuentos de Grimm como natural resultado.
Las novelas modernas se alzaban de todos modos ante mí en un rimero; y el lector puede imaginar por si mismo sus títulos. Había una “Instigación suburbana: relato psicológico”, y otra “Psicología instigación: relato psicológico”. Había otra: "Trixy, o un temperamento” y otra. “Odio viril: monocromo” y otra porción de lindezas semejantes. Las leí con real interés, pero, cosa curiosa, acabe por cansarme de ellas y cuando vi los cuentos de Grimm que reposaban accidentalmente sobre la mesa, lance una exclamación de indecorosa alegría. Aquí, aquí por fin podía uno encontrar un poco de sentido común. Abrí el libro y mis ojos cayeron sobre esas esplendidas y satisfactorias palabras: “La Abuela del Dragón”. Por último encontraba algo razonable; por ultimo encontraba algo comprensible; por ultimo encontraba algo verdadero. “¡La Abuela del Dragón!” Mientras estaba paladeando con delicia este primer atisbo de realidad humana corriente, alce de pronto los ojos y vi a aquel monstruo de la corbata verde plantado en la puerta.

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Confío en que escuché con una simple cortesía lo que me dijo acerca de la sociedad; pero cuando incidentalmente aludió a que no creía los cuentos de hadas, explote enteramente fuera de mí.
- ¿Y quien en usted, que no creen los cuentos de hadas? Es mucho más fácil creer en Barba Azul que creer en usted. Una barba azul es una desventura. Pero hay otras corbatas verdes que son un pecado. Es muchísimo más hacedero creer en un millón de cuentos de hadas que creer en un hombre al que no le gustan los cuentos de hadas. Yo besaría a Grimm en lugar de besar la Biblia para jurar por todos sus cuentos como si fueran 39 artículos, antes que decir en serio y con el corazón en la mano que puede existir un hombre como usted; que usted no es una tentación del diablo, o algún embaimiento brotado del vacío. Observé estas sencillas, hogareñas, prácticas palabras: "La abuela del dragón". Esto está bien; esto esta dentro del orden; esto es racional casi hasta la linde del racionalismo. Si hubo un dragón, hubo de tener una abuela. Pero usted, ¡usted no tiene abuela!, si la tuviese le hubiera enseñado a amar los cuentos de hadas. Usted no tiene padre, usted no tiene madre; no puede haber causas naturales que puedan explicar su existencia. Usted no puede existir. Yo creo muchas cosas que no he visto. Pero de cosas tales como usted puede decirse: ¡bienaventurados los que vieron y no creyeron!

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Me parece advertir que no me seguía suficiente sensibilidad, y en vista de ello modere el tono.
-¿No comprende usted -dije- que los cuentos de hadas en su esencia son perfectamente sólidos y rectos, y todas estas interminables novelas sobre la vida moderna son por su naturaleza esencialmente increíbles? Según la fantasía popular, el alma es cuerda, pero el universo es un agitado conjunto de maravillas. El realismo sostiene que el mundo es una cosa obtusa y cuajada de rutina, pero que el alma está enferma y se queja. El problema del cuento de hadas es este: ¿Que hará un hombre sano con un mundo fantástico? El problema de la novela moderna es: ¿Que hará un hombre loco con un mundo tardo e insípido? En los cuentos de hadas, el cosmos enloquece, pero el héroe no enloquece. En las novelas modernas, el héroe está loco antes que comience el libro, y sufre por la firmeza inconmovible y la cruel cordura del cosmos. En el excelente cuento “La abuela del dragón” y en todos los demás cuentos de Grimm, se da por sentado que el joven lanzado a sus peripecias tendrá en sí mismo todas las verdades sustanciales; que será valeroso, lleno de fe, razonable, que respetará a sus padres, cumplirá su palabra, socorrerá o rescatara a algunas gentes, retara a otras, “parcere subjectis et debellare”, etc., y luego una vez colocado en este centro de cordura, el escritor se divierte imaginando qué sucedería si todo el mundo circunstante se volviese loco, si el sol se volviese verde y la luna azul, si los caballos tuvieran seis patas y dos cabezas los gigantes. Pero esa moderna literatura se coloca en la insania como centro. Por consiguiente, pierde hasta el interés de la demencia. Un lunático no es interesante para si mismo, porque es enteramente serio; eso es lo que le hace ser lunático. Un hombre que piensa ser un huevo pasado por agua es ante sí mismo una cosa tan sencilla y corriente como huevo pasado por agua. Un hombre que cree ser una res vacuna, es para sí mismo cosa tan corriente y vulgar como una res vacuna. Sólo la cordura es la que puede ver en la insania incluso una violenta poesía. Por tanto, esos sabios viejos cuentos hacen al héroe corriente y moliente, y extraordinaria a la propia narración. Pero esa otra literatura moderna hace extraordinario al héroe y ordinaria la narración; ordinaria, si, tan extraordinariamente ordinaria…
Vi que me con hablaba con los ojos fijos. Alguno de mis nervios dio en mí un chasquido bajo aquella mirada hipnótica. Me alce sobre los pies y exclamé:
-¡En el hombre de Dios y de la democracia y de "La abuela del dragón" y en nombre de todas las cosas buenas, te conmino a huir y no volver a frecuentar esta casa!
Fuese o no efectivo resultado del exorcismo, lo cierto es que se marchó definitivamente.


Pd: Sepan disculpar los errores de ortografía, les pido que me avisen si encuentran, pasa que últimamente he estado con poco tiempo y no he podido hacer correcciones finales.

jueves, 8 de octubre de 2009

El cochero extraordinario-G.K.CHESTERTON

El cochero extraordinario-G.K.CHESTERTON
Articulo publicado en Enormes Minucias.

El día en que encontré al cochero extraordinario había estado comiendo en un pequeño restaurante en Soho con tres o cuatro de mis mejores amigos. Mis mejores amigos son todos o escépticos irremediables o creyentes absolutos; así que nuestra discusión durante la comida giro sobre las más extremas y terribles ideas. Y la discusión acabó por girar exclusivamente sobre este punto: sobre si un hombre puede tener certidumbre sobre alguna cosa. Yo creo que puede tenerla, porque si (como dije a mi amigo, blandiendo furiosamente una botella vacía) es intelectualmente imposible tener certidumbre, ¿qué certidumbre es esa imposible detener? Si yo no he experimentado nunca lo que es certeza, no puedo ni aún decir que nada hay cierto. De modo semejante, si nunca he visto el color verde, no puedo ni siquiera decir que mi nariz no es verde. Puede ser verde, verdísima, y no enterarme de ello si realmente no sé en qué consisten en verde. Nos lanzábamos, pues, imprecaciones el uno al otro y la habitación se estremecía; porque la metafísica es la única cosa completamente emocionante. Y la diferencia que lo separaba era profundísima, porque era una diferencia en cuanto a la finalidad de todo lo que llamamos amplitud espíritu con inteligencia abierta. Porque mi amigo decía que abría su intelecto, como el sol abre los abanicos de una palmera, abriéndolos por abrirnos, abriéndolos de una vez y para siempre. Pero yo dije que yo habría ni intelecto como abría la boca, precisamente para volver a cerrarla sobre algo sólido. Estaba haciéndolo en aquel instante. Y, como señalé acaloradamente, resultaría extraordinariamente idiota y continuarse con la boca abierta sin motivo y de una vez y para siempre.

Bueno, pues cuando la discusión llegó a su término, o por lo menos cuando la dimos por terminada (porque terminar no terminaría nunca) salí a la calle con uno de mis compañeros, que en la confusión y relativa demencia de unas elecciones generales había, no se sabía cómo, resultado miembro del parlamento, y fui con él en un cab desde la esquina de Leicester square hasta la entrada reservada a los miembros de la Cámara de los comunes, donde el policía me recibió con tolerancia perfectamente desacostumbrada si el policía supuso que mi amigo era mi loquero, o si supuso era yo el loquero de mi amigo, es una discusión entre nosotros y dura todavía..

Es indispensable guardar en esta narración lama extremada exactitud en los detalles. Después de dejar a mi amigo en la Cámara, continuar en el cab unos cuantos cientos de yardas hasta una oficina en victoria street, donde tenía que hacer una visita. Luego salí y ofrecía cochero una cantidad mayor que la correspondiente según tarifa. La miró, pero no con la hosca duda y general disposición de comprobar si estaba bien, que no es cosa inaudita entre cochero normales. Pero aquel no era un cochero normal, quizás no eran ni aún un cochero humano. Miro las monedas con asombro apagado e infantil, auténtico con toda evidencia.

-¿Se da cuenta, señor- dijo -, de que solamente me da un chelin y ocho peniques?
Manifesté, no sin cierta sorpresa, que sí, que lo sabía.

-¿Y no sabe, señor- dijo del modo más amable, razonable, suplicante -, no sabe que esa no es la tarifa desde Euston?
-¿Euston?- Repetí vagamente, porque la palabra me sonaba en aquel momento como me hubiera sonado "China" o "Arabia"-. ¿Que diablos tiene que ver aquí Euston?
-Usted tomó el coche precisamente a la salida de la estación de Euston- el peso del hombre a decir con precisión asombrosa -, y luego usted me dijo...
-pero, ¡por el tártaro tenebroso!, ¿qué está usted diciendo? - Dije con cristiana paciencia -. Sólo tome el coche en la esquina sudeste de Leiscester square.
-¿Leicester square?- Exclamó, perdiéndose en una especie de catarata de desprecio-; ¡si no hemos estado en todo el día cerca de Leiscester square! Usted tomó el coche a la salida de la estación de Euston y me dijo...
-¿está usted loco, o lo estoy yo? -Pregunté con científica calma.

Miguel cochero. Ningún otro, habitualmente falto de honradez, hubiera pensado en inventar una mentira tan sólida, tan colosal y tan original. Y aquel hombre no era un cochero falto de honradez. Si alguna vez un rostro humano fue tranquilo y sencillo y humilde, y tuvo grandes ojos azules protuberante como los de una rana; si alguna vez (para no cansar) un rostro humano fue cuanto un rostro humano debe ser, lo era el rostro de aquel quejoso y respetuoso cochero. Mire arriba y abajo de la calle, parecía estar cayendo sobre ella un crepúsculo anormalmente oscuro. Y durante un instante, la añeja pesadilla del escéptico loco toco con sus dedos mis nervios más sensibles. ¿Qué era la certeza racional? ¿Estaba alguien cierto de alguna cosa? ¡Hay que ver los surcos monótonos en que se eternizan los escépticos que andan preguntando si tenemos una vida futura...! La cuestión realmente emocionante para el auténtico escepticismo es si tenemos una vida pasada. ¿Qué es "hace un minuto", racionalmente considerado, sino una tradición y una pintura? La oscuridad se acentúa. El cochero me dio tranquilamente los más complicados detalles de los ademanes, las palabras, el complejo, pero consistente conjunto de actos que habían sido los míos desde aquella memorable ocasión en que yo alquile el coche a la salida de la estación de Euston. ¿Cómo podría yo saber (dirían mis amigos escépticos) que yo no lo había alquilado a la salida de Euston? Yo me Aferraba con firmeza a mi aseveración: el estaba igualmente firme y aferraba la suya. Era palmariamente tan honrado como yo y miembro, además, de una profesión mucho más respetable. En aquel momento el universo y las estrellas se separaron el grueso de un cabello de su equilibrio y los cimientos de la tierra se conmovieron. Pero por la misma razón que creó en beber vino, por la misma razón que creo en el libre albedrío, por la misma razón que creo en el carácter fijo de la virtud, razón que no puede expresarse sino diciendo que no prefiero estar loco, continúe creyendo que aquel honrado cochero se equivocaba. Y le repetí que en realidad ya había alquilado en la esquina de Leiscester square. El comenzó con la misma evidente y ponderada sinceridad:
-usted alquilo el coche a la salida de la estación de Euston, y dijo usted...
En aquel momento se produjo en sus facciones una especie generosa trasfiguración de vivido asombro, como si le hubieran encendido por dentro como una lámpara.
-Hombre, le pido perdón, señor- dijo -le pido perdón. Le pidió perdón. Usted alquilo coche en Leiscester square. Ahora me acuerdo. Le pido perdón.
Y así si mas, aquel asombroso cochero hizo sonar su látigo con un agudo chasquido y el coche arrancó.
Todos lo transcrito es estrictamente verdad, lo juro ante el estandarte de San Jorge.


Pd: Sepan disculpar los errores de ortografía, les pido que me avisen si encuentran, pasa que últimamente he estado con poco tiempo y no he podido hacer correcciones finales.

jueves, 1 de octubre de 2009

Por qué soy Católico- G.K.CHESTERTON

Por qué soy Católico- G.K.CHESTERTON

Traducción: Alfred Cappra (http://escritorescatolicos.blogspot.com)

Extraido de Doce Apóstoles Modernos y sus Credos (1926). Hay otra versión de este ensayo, en el libro The Thing en el cual Chesterton lo complementó.


La dificultad de explicar “por qué soy un católico”, es porque hay mil razones que se juntan en una sola: El Catolicismo es Verdadero. Podría llenar todo mi espacio con distintas frases en que cada una partiera con las palabras: “Es la única cosa que…” Como por ejemplo (1) Es la única cosa que realmente previene al pecado de ser un secreto. (2) Es la única cosa en la que el superior no puede ser superior; en el sentido displicente. (3) Es la única cosa que libera al hombre de la degradante esclavitud de ser un niño de su edad (4) Es la única cosa que habla como si fuera la Verdad; como si fuera el verdadero mensajero que se rehúsa a alterar el verdadero mensaje. (5) Es el único tipo de Cristianismo que realmente contiene a todo tipo de hombre; incluso al hombre respetable. (6) Es el único gran intento por cambiar al mundo desde adentro; trabajando a través de las voluntades y no de la ley; y así sigue.

O podría trata el asunto personalmente y describir mi propia conversión; pero sucede que tengo un fuerte sentimiento de que este método hace ver el asunto mucho mas pequeño de lo que realmente es.
Numerosos hombres, mucho mejores, han sido sinceramente convertidos a religiones mucho peores. Yo preferiría mucho mas tratar de decir aquí sobre la Iglesia Católica precisamente las cosas que no se pueden decir incluso de sus respetables rivales.

En fin, voy a decir precisamente respecto de la Iglesia Católica que es católica. Me gustaría tratar de sugerir que no es solamente más grande que yo, sino que más grande que cualquier cosa en el mundo; que es, de hecho, más grande que el mundo. Pero como este espacio es corto, y solo puedo tomar una sección, la voy a considerar en su capacidad de ser guardiana de la Verdad.

El otro día un bien-conocido escritor, en otro sentido bien-informado, dijo que la Iglesia Católica es la enemiga de las nuevas ideas. Es probable que no se le ocurriera que su propio comentario no era exactamente de la naturaleza de las nuevas ideas. Es una de las nociones que los católicos tienen que estar continuamente refutando, porque es una muy vieja idea. De hecho, aquellos que se quejan que el catolicismo no puede decir nada nuevo, rara vez piensan que es necesario decir cualquier cosa nueva sobre el catolicismo. En cuanto a los hechos, un verdadero estudio de la historia demostrará que es curiosamente contrario a los hechos. En cuanto a que las ideas son realmente ideas, y en cuanto a que cualquiera de esas ideas puede ser nueva, los católicos continuamente han sufrido por apoyar esas ideas cuando realmente eran nuevas; cuando eran demasiado nuevas para encontrar a cualquier otro que las apoyara. El Católico no solo era el primero en el campo, sino que estaba sólo en el campo; y ahí no había nadie que pudiera entender lo que él allí había encontrado.

De esta manera, por ejemplo, cerca de dos mil años antes de la Declaración de Independencia y la Revolución Francesa, en una era devota al orgullo y alabanza de príncipes, el Cardenal Bellarmino y Suárez el Hispano lograron explicar lucidamente toda la teoría de la democracia real. Pero en la era del Derecho Divino ellos solo dieron la impresión de ser unos sofistas y sanguinarios Jesuitas, arrastrándose con dagas para efectuar el asesinato del rey. Y, de nuevo, el Cauists de los colegios católicos dijo todo lo que realmente se puede decir para las obras problemáticas y las novelas problemáticas de nuestro propio tiempo, dos mil años antes de que fueran escritas. Ellos dijeron que realmente hay problemas de conducta moral; pero ellos tuvieron el infortunio de decirlo dos mil años muy adelantados. En un tiempo de gran (tub.thumping) fanatiquismo y libre y fácil vituperio, casi logran que les llamen mentirosos y (shufflers) por ser psicológicos, antes de que la psicología estuviera de moda. Sería fácil dar otros numerosos ejemplos hasta el tiempo presente, y el caso de que hay ideas que todavía son muy nuevas para ser comprendidas. Hay pasajes de la “Encíclica Laboral” del Papa León XII {también conocida como Rerum Novarum, publicada en 1891} que sólo ahora están empezando a ser usadas como pistas para los movimientos sociales mucho más nuevos que el socialismo. Y cuando el Sr. Belloc escribió acerca del Estado Servil, él avanzó una teoría económica tan original que difícilmente alguien se ha dado cuenta qué es. Una cuantas centurias más adelante, probablemente otras personas las repitan, y la repitan mal. Y después, si los Católicos objetan, sus protestas serán fácilmente explicadas por los bien conocidos hechos de que los Católicos nunca se han interesado por nuevas ideas.

Sin embargo, el hombre que hizo el comentario sobre los Católicos quería decir algo; y es solamente justo para él, el entenderlo mas bien claramente de cómo él lo dijo.
Lo que él quiso decir era que, en el mundo moderno, la Iglesia Católica es, de hecho, la enemiga de muchas modas influenciables; muchas de las cuales todavía proclaman el ser nuevas, aunque muchas de ellas están empezando a ser un poco rancias. En otras palabras, en cuanto a lo que quiso decir, que la Iglesia usualmente ataca lo que el mundo en cualquier momento apoya, estaba perfectamente en lo cierto. La Iglesia usualmente se pone en contra de las modas de este mundo que pasan de moda; Y ella tiene experiencia suficiente para saber como cuan rápido pasaran de moda. Pero para entender exactamente lo que esto envuelve, es necesario más bien tomar un punto de vista más amplio y considerar la finalidad natural de las ideas en cuestión, considerar, por así decirlo, la idea de la idea.

Nueve de cada diez de las ideas que llamamos nuevas son en realidad viejos errores. La Iglesia Católica tiene por una de sus principales obligaciones el prevenir a la gente que cometa esos viejos errores; de cometerlos una y otra vez para siempre, como la gente siempre hace cuando se las deja a ellas solas. La verdad sobre la actitud Católica respecto a la herejía, o como algunos dirían, hacia la libertad, puede ser mejor expresada, a lo mejor, usando la metáfora de un mapa.
La Iglesia Católica lleva una especie de mapa de la mente que se parece mucho a un mapa de un laberinto, pero que de hecho es una guía para el laberinto. Ha sido compilada por el conocimiento, que incluso considerándolo como conocimiento humano, no tiene ningún paralelo humano.

No hay ningún otro caso de una continua institución inteligente que haya estado pensando sobre pensar por dos mil años. Su experiencia naturalmente cubre casi todas las experiencias, y especialmente casi todos los errores. El resultado es un mapa en el que todos los callejones ciegos y malos caminos están claramente marcados, todos los caminos que han demostrado no valer la pena por la mejor de las evidencias; la evidencia de aquellos que los han recorrido.

En este mapa de la mente los errores son marcados como excepciones. La mayor parte de el consiste en patios de recreos y felices lugares de caza, donde la mente puede tener tanta libertad como quiera; sin mencionar cualquier numero de terrenos de batalla intelectuales donde la batalla esta indefinidamente abierta e indecisa. Pero definitivamente toma la responsabilidad de marcar ciertos caminos que llevan a ninguna parte, o que te llevan a la destrucción, a una muralla en blanco, o a un precipicio total.
Por estos medios, previene a los hombres de perder el tiempo o perder la vida por caminos que han sido encontrados fútiles o desastrosos una y otra vez en el pasado, pero que puede, por lo demás, atrapar a viajeros una y otra vez en el futuro. La Iglesia se hace responsable de prevenir a su gente en contra de esto: y respecto a esto depende el verdadero problema del caso.
Ella defiende dogmáticamente a la humanidad de sus peores enemigos, esos anticuados, horribles y devoradores monstruos que son los viejos errores.
Ahora, todos estos falsos problemas tienen una forma de parecer bastante frescos, especialmente para nuestra nueva generación. Su primera declaración siempre suena inofensiva y plausible.
Voy a dar sólo dos ejemplos. Suena inofensivo decir, como la mayoría de la gente moderna ha dicho: “Las acciones son solamente malas cuando son malas para la sociedad” Siguiendo esto a cabalidad, tarde o temprano tu vas a tener la inhumanidad de una colmena o una ciudad pagana, estableciendo la esclavitud como el mas barato y seguro medio de producción, torturando a los esclavos por evidencia porque los individuos son nada para el Estado, declarando que un hombre inocente debe morir por el pueblo, como hicieron los asesinos de Cristo. Entonces, a lo mejor, vas a volver a las definiciones Católicas, y encontraras que la Iglesia, que mientras también dice que es nuestro deber trabajar para la sociedad, dice otras cosas además que prohíben la injusticia individual.
O denuevo, suena bastante piadoso decir “Nuestro conflicto moral debe terminar con una victoria de lo espiritual sobre lo material” Siguiendo esto a cabalidad, terminaras en la locura de los Maniqueos, diciendo que el suicidio es bueno porque es un sacrificio, que una perversión sexual es buena porque no produce vida, que el demonio hizo el sol y la luna ya que son materiales. Entonces pondrías comenzar a suponer por que el Catolicismo insiste en que hay espíritus malos al igual que hay espíritus buenos; y que lo material también puede ser sagrado, como en la Encarnación o en la Misa, en el Sacramento del Matrimonio o en la Resurrección del Cuerpo.

Ahora no hay otra mente corporativa en el mundo que actúe de ésta manera para prevenir a las mentes se encaminen al error.
El policía viene muy tarde, cuando trata de prevenir al hombre de que se vuelva malo. El doctor viene muy tarde, porque el sólo viene a buscar a un loco, no a advertir a uno sano en como no volverse loco. Y todas las demás sectas y escualas son inadecuadas para tal propósito. Esto no es porque cada una de ellas pueda no contener una verdad, sino que precisamente porque cada una de ellas contiene una verdad; y se contente con contener una verdad. Ninguna de esas otras en verdad pretende contener la verdad. Ninguna de las otras en realidad pretende esta mirando en todas las direcciones al mismo tiempo. La Iglesia no esta meramente armada contra las herejías del pasado, ni siquiera las del presente, sino igualmente contra las del futuro, que pueden ser exactamente lo opuesto a la del presente.
Catolicismo no es ritualismo; puede que en el futuro esté luchando contra una suerte de supersticiosa e idolatra exageración de un ritual. Catolicismo no es ascetismo; en el pasado ha estado una y otra vez en contra de la fanática y cruel exageración del ascetismo. Catolicismo no es meramente misticismo; está incluso ahora defendiendo a la razón humana contra el misticismo de los Pragmáticos.
Así, cuando el mundo se transformó en Puritano en el siglo diecisiete, la Iglesia estaba cargada con pujante caridad hasta el punto del sofismo, al hacer todo más fácil con la permisividad de lo confesional.
Ahora el mundo no se esta volviendo Puritano sino Pagano, es la Iglesia la que esta en todas partes protestando contra el relajo Pagano del vestir y los modales. Es hacer lo que los Puritanos quieren hecho cuando realmente lo quieren. Con toda probabilidad, todo lo que es bueno en el Protestantismo va a sobrevivir en el Catolicismo; y en el sentido de que todos los Católicos van a seguir siendo Puritanos cuando los Puritanos se vuelvan Paganos así, por ejemplo, Catolicismo, en un sentido pocamente entendido, se para fuera de la disputa como el Darwinismo en Dayton. Se para fuera debido a que está en alrededor de todo, como una casa se para toda alrededor de dos incongruentes piezas de muebles.
No es una sectaria presunción el decirlo antes y después y mas allá de todas estas cosas en todas las direcciones. Es imparcial en la pelea entre los Fundamentalistas y la teoría del Origen de las Especies, porque va más atrás que el origen de ese Origen; porque es más fundamental que los Fundamentalistas. Sabe de donde viene la Biblia. También sabe a donde van la mayoría de las teorías de la Evolución, sabe que hubo muchos otros Evangelios, y que los otros solo fueron eliminados por la autoridad de la Iglesia Católica. Sabe que hay otras muchas teorías de la evolución además de la teoría Darwiniana; y que está última es bastante probable que sea eliminada por los avances científicos. No acepta, en el sentido convencional de la frase, las conclusiones de la ciencia, por la simple razón que la ciencia no ha concluido. Concluir es callarse; y el hombre de ciencia no es para nada probable que se calle. No cree, en el sentido convencional de la frase, “lo que la Biblia dice”, por la simple razón de que la Biblia no dice nada. No puedes poner a la Biblia en el estrado de los testigos y preguntarle que es lo realmente quería decir. La controversia Fundamentalista por si misma destruye al Fundamentalismo. La Biblia por si sola no puede ser una base para el acuerdo cuando es ella misma la causa del desacuerdo; no puede ser el piso común de los Cristianos cuando algunos la toman alegóricamente y otros literalmente. Los Católicos se refieren a algo que puede decir algo, a la viviente, consistente y continua mente de la cual yo he hablado; la mente más grande del hombre guiada por Dios.

Cada momento incrementa en nosotros la necesidad moral de una mente inmortal como esa. Debemos tener algo que siga sosteniendo las cuatro esquinas del mundo, mientras nosotros hacemos nuestros experimentos sociales o construimos nuestras Utopías. Por ejemplo, debemos tener un acuerdo final, aunque sea en la evidente hermandad humana, que resista alguna reacción de la brutalidad humana. Nada es mas probable ahora que la corrupción del gobierno representativo llevará, todo a la vez, al rico rompimiento suelto, y pisoteando todas las tradiciones de igualdad con mero orgullo pagano. Debemos tener lo evidente en todas partes reconocido como verdad. Debemos prevenir la mera reacción y la lúgubre repetición de viejos errores. Debemos hacer al mundo intelectual seguro para la democracia. Pero en las condiciones de la mentalidad anárquica moderna, ni siquiera ese o cualquier otro ideal esta a salvo, así como los Protestantes apelaron de sacerdotes a la Biblia, y no se dieron cuanta de que la Biblia también podía ser interrogada, así que los republicanos apelaron de los reyes al pueblo, y no se dieron cuenta de que el pueblo también podía revelarse. No hay término para la disolución de ideas, la destrucción de todas las pruebas de verdad, que ha surgido, posiblemente, desde que el hombre ha abandonado el intento de guardar una central y civilizada Verdad, de contener todas las verdades y rastrear y refutar todos los errores. Desde entonces, cada grupo a tomado una verdad y a gastado su tiempo en volverla falsedad. Hemos tenido nada más que movimientos; o, en otras palabras, monomanías. Pero la Iglesia no es un movimiento sino un lugar de encuentro; lugar de encuentro de toda la verdad en el mundo.